DE AQUÍ Y DEL OTRO LADO, en el umbral estamos todos.
En un cuerpo así, hecho de cinco elementos, la tierra lo que es duro, el agua lo que es líquido, fuego es lo caliente, viento lo que se mueve, lo que es hueco un espacio. La tierra da apoyo, el agua cohesiona la masa, el fuego ilumina, el viento distribuye las sustancias y el espacio proporciona sitio. Fragmentos para una historia del cuerpo humano, 1ª. Parte, Michel Feher, Taurus.
LA CURADURÍA
Esta propuesta curatorial despliega cuatro aristas o dimensiones del ser humano, cuerpo, paisaje, espiritualidad y política, que pueden detectar y orientar las prácticas artísticas, que permitan pensarse, poner en escena, generar procesos de sensibilización y documentar principios y dinámicas del comportamiento artístico de la región.
En un cuerpo así, hecho de cinco elementos, la tierra lo que es duro, el agua lo que es líquido, fuego es lo caliente, viento lo que se mueve, lo que es hueco un espacio. La tierra da apoyo, el agua cohesiona la masa, el fuego ilumina, el viento distribuye las sustancias y el espacio proporciona sitio. Fragmentos para una historia del cuerpo humano, 1ª. Parte, Michel Feher, Taurus.
LA CURADURÍA
Esta propuesta curatorial despliega cuatro aristas o dimensiones del ser humano, cuerpo, paisaje, espiritualidad y política, que pueden detectar y orientar las prácticas artísticas, que permitan pensarse, poner en escena, generar procesos de sensibilización y documentar principios y dinámicas del comportamiento artístico de la región.
El cuerpo puede ser entendido como proyección de la idea de territorio y sus significados, en el cual confluyen para el ser sus deseos, aspiraciones y contradicciones, caminos de confluencia de lo orgánico, de lo sagrado y lo oscuro. En el cuerpo y sus diversas transformaciones, se revelan conceptos de estética, consumismo y moda, asuntos de género e identidad y en general decisiones que tienden un puente entre lo público y lo privado.
En el paisaje, el artista encuentra la oportunidad de auto reconocerse y re-significar fuerzas, hallar un lugar en el universo, interpretar las dinámicas que establecen los fenómenos naturales y su propia existencia como una danza entre la divinidad y la materia. Se trata de una correlación que cada día más, en esta actualidad en crisis, comprende mejor su interdependencia, pero es al mismo tiempo, escenario de conflicto que, por la sofisticación o quizás degeneración de la idea de territorio, visibiliza la incertidumbre propiciada por las fuerzas de poder y la zozobra del desarraigo.
La espiritualidad, un elemento que pareciera ahora pertenecer sólo al pasado, se hace vital en la búsqueda de correlacionar el cuerpo, el paisaje y la dinámica de la política ante las insistentes fuerzas de homogeneización de la sociedad, bien por los avatares inciertos de la globalización, o bien por la construcción sistematizada de seres humanos entregados a la práctica materialista del confort y el escepticismo, a partir de una maquinaria sofisticada de la seducción y una nueva realidad soñada en la asepsia y la estetización.
Por otra parte, la pérdida del sentido de la política pone en evidencia el exilio de la sociedad contemporánea en el individualismo, escenario de un nuevo Narciso, ya no enamorado del reflejo de su imagen en el agua, sino de su propio refugio, construido con la arquitectura del artificio mediático, que lo protege de una realidad crítica y le brinda, a cambio, la felicidad a domicilio en el refinamiento de las tecnologías y los supermercados, en un “sálvese quien pueda”. Regiones como la nuestra, zona nororiental colombiana, condenada al vaivén de carácter y los caprichos ideológicos de dos gobernantes, en un ir y venir de uno y otro lado que afecta a millones de personas, no soporta ciudadanos acríticos, sin memoria, que olviden una historia de la cultura tejida segundo a segundo por cada lazo familiar, de vecindad y economía, dibujada nada más ni nada menos que por la dinámica del vivir.
EL ARTISTA
Los artistas de la región nororiental han asumido unas percepciones de la realidad que les afecta y que afecta a los demás, y han dispuesto de unos procesos mediante los cuales aspiran a interpretar esa realidad.
A su manera han asumido las dinámicas de la curaduría, bien porque sus prácticas y reflexiones personales ya encajaban en ellas, o bien porque sus formas estratégicas para hacer el arte contaron con la flexibilidad para asumir territorios de conceptualización enclavados en el diario vivir todos nosotros.
Algo con lo cual se contaba al proponer las aristas temáticas, era la inminente visitación entre las cuatro dimensiones. Por ejemplo, ¿cómo evadir la presencia de lo político en nuestro paisaje, o cómo ser indiferente a las conexiones espirituales que se desbordan de cualquier encuentro con el cuerpo? Por supuesto eso se refleja en las obras de los artistas seleccionados, obras que integran incluso a veces todas las temáticas.
En este sentido la temática mas aludida es la política, aspecto que es pertinente en un ambiente tan politizado como el de la región, en un conflicto binacional cuyas complejidades reales o aparentes se hacen cada vez más palpables. Algunos son muy directos en su abordaje, por ejemplo, al estructurar su propuesta desde la ironía mediante la manipulación de imágenes representativas de la “patria” o del mercado de productos, o reflexionando en torno a capítulos específicos del acontecer político protagonizado por Chávez-Uribe. O en otro caso generando entramados entre paisaje, producto, historia y militarización; hablamos de las obras Oswaldo Barreto, Gabriel Castillo, Alexandra Morelli, Hernando Cruz, Annie Vázquez y Alberto Enrique Borja.
En otras ocasiones la idea de frontera es abordada desde una mecánica relacional, escuchando voces populares en diferentes poblaciones de la zona de frontera, o generando dinámicas de movilidad social en torno a identidades en el ámbito laboral como el de los artesanos alfareros, en las obras de Diana Villamizar y Néllyda Amparo Cárdenas.
Por otra parte, algunos abordaron el tema de la violencia interna colombiana, aludiendo a la presencia militar en capítulos de degradación y masacre en regiones rurales y urbanas en conflicto armado, o a intervenciones militares en espacios académicos en las propuestas de Víctor Hugo Garavito, Emilio Esteban y Julio César Rodríguez.
Un caso singular en la forma como aborda lo político desde el sentido existencial del individuo es el de Tommys Yamira Arroyo. En esta performancia la artista utiliza la metáfora de las colombinas como representación de los seres humanos inmersos en un sistema de dominación y liberación. Otro caso que diverge respecto de las demás es la propuesta de Oscar Salamanca, quien a través de un planteamiento gaseoso del arte, elude el objeto y plantea una especie de empresa u oportunidad de legitimar en lo virtual el ser reconocido como artista en el circuito del arte.
En la casi totalidad de los artistas que abordan el paisaje, las soluciones están construidas desde lo político e incluso lo ecológico; es el caso de Carlos Julio Quintero, quien aborda la naturaleza en sentido arqueológico al descubrir el objeto en un acto de deshumanización, como si fuera un símil de la violencia. Por otra parte las propuestas de Jairo Ospina, Arnulfo Medina y Rafael Sánchez asumen el paisaje representativo de una región como un asunto manipulado políticamente mediante la implantación de estereotipos externos; el paisaje y el recorrido como un descubrimiento del desplazamiento, de lo efímero de la casa y la ilusión, y también la forma cómo el paisaje se asocia a partir del cuerpo y la ausencia en la expulsión de un territorio.
Un caso aislado en la forma de aproximarse al paisaje es el de Oscar Abraham, quien hace una especie de taxonomía del paisaje como estereotipo. Asume los fondos paisajísticos la fotografía para retrato popular como una naturaleza artificiosa o ajena, aproximándose a un aspecto sociológico y antropológico que perfila la pintura a través de la fotografía.
El cuerpo es la arista abordada de una forma más diversa, más particular sub temáticamente por cada artista. El cuerpo contenido en el espacio, el cuerpo propio, autorretrato cotidiano y específico, que se expande también como realidad lumínica y estética en Camila Bretón; el cuerpo que crece a partir del empaque de productos como un monstruo que se recrea en el consumo, dilema entre la exaltación lúdica y el mar desechos no biodegradables, seres transculturales a partir de la lata y el plástico circulantes, es la propuesta de Luis Saray.
El cuerpo oficio, el cuerpo no idealizado que se levanta específico en las economías marginales, a partir de una técnica escultórica noble como la terracota, cuerpos urbanos pero desnudos, que revelan lo humano en la materia que se deforma cálidamente en la labor diaria, es lo que vemos en Héctor Julio Navarro. Por su parte Luis Brahim alude a la condición efímera del cuerpo, de la vida si se quiere, su volatilidad en la metáfora del globo festivo lleno de helio, con rostros pintados que se reducen como sedimentos de experiencias y personajes pasados. El cuerpo dibujado con hilo, incisión tras incisión, naturaleza femenina que crea su recorrido en el dolor, velos que generan una instalación penetrable, entre lo teloso y la costura una sensación de fragilidad, levedad y ascenso en Yamile Manrique.
Unas fotografías que generan un ritmo de relevo, postura del sentarse en el espacio público, piso y color, transeúnte y espacio público generan un anonimato en el cual es posible reconocernos, una espiritualidad latente en el comportamiento que expande el cuerpo en diálogo con el paisaje, es la sugerencia de Yadira Polo. José Antonio Díaz problematiza la mirada a partir de la fotografía, una trampa que pone en evidencia al observador, quien en realidad es quien ve, acto del fisgoneo televisivo tras de unos televidentes irreales y abordados desde la infancia.
Aunque podemos aseverar que todo acto creativo es espiritual, si lo abordamos como temática en las obras, son realmente pocas: la propuesta audiovisual del Colectivo Nómadas muestra una actitud transformadora del paisaje, en una suerte de juego que evoca experiencias pasadas y sensaciones rituales ancestrales; las pinturas de Pablo Pérez Godoy abordan la relación del ser y el paisaje a partir de la imagen simplificada del cuerpo, así como relatos trascendentales del ser humano y la relación de frontera como trascendencia, en imágenes que simulan sencillez y que denotan una complejidad psíquica.
LA REGIÓN
Toda la región denota un nivel ascendente en las propuestas. Lo más interesante fue la disponibilidad de los artistas para generar un proceso de retroalimentación que trasciende los objetos artísticos y que genera una dinámica real de interacción; una región que en sus diferentes ciudades exige estrategias vivas de participación, pues existe un gran deseo de responder mediante el arte unos contextos y realidades que reflejan en lo local la realidad mundial.
Las charlas temáticas realizadas por los teóricos invitados, las visitas a talleres y la asesoría, en algunos casos, a los procesos de creación, posibilitaron una atmósfera de confianza que refleja una región dispuesta a generar cambios y fortalecer su campo de acción.
Existe una explícita disponibilidad a la actitud crítica frente a la realidad política, tan afectante en la cotidianidad socio económica y también una apertura a la reconstrucción del objeto artístico desde dinámicas intempestivas según sea la necesidad conceptual, es decir, una capacidad de movilidad en la configuración de las estrategias creativas, según la experiencia crítica. Por otro lado, existe una realidad entre los actores que les acerca desde diferentes niveles de formación, una disponibilidad para compartir sin importar la veteranía de los artistas o la juventud de los procesos, que dinamiza y hace posible un terreno fértil al cambio y a la formación.
La región, como conglomerado de diversidad y también de convergencia, respondió muy positivamente a las coordenadas dispuestas por la curaduría, y las exposiciones podrán dar fe de la diversidad y calidad plástica y conceptual.
Los diferentes lenguajes se dan cita en la selección final, una pintura que se fortalece amalgamando lo escultórico y el video, la escultura que se dinamiza desde lenguajes tan tradicionales como la arcilla cocida y el ready made que acoge el desecho, la instalación y la fotografía, así como propuestas activistas que interactúan con comunidades desde lo performático y el espacio virtual.
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